Sinopsi
Desde su nacimiento, la filosofía ha proyectado una sombra: el escepticismo. Sombra especialmente densa cuando el cuerpo que la proyecta es la filosofía griega. Tan lejos llegaron los escépticos antiguos en su diatriba contra el dogmatismo que rechazaron por igual a los dogmáticos afirmativos, que dicen que se puede conocer, como a los negativos, que niegan que se pueda conocer. Con esa forma de razonar, aspiraban a que el entendimiento se quedara «en suspenso» y lograra así la calma. El escepticismo, cuya prehistoria se remonta a los presocráticos (Jenófanes, Demócrito) y, particularmente, a los sofistas (Gorgias), surge en el siglo IV a. C. con Pirrón, que acompañó a Alejandro Magno a la India. La Nueva Academia depurará su utillaje dialéctico y, a la sombra de Platón, difundirá la actitud «observadora» por el mundo. Desde el siglo I a. C. hasta el III d. C. los escépticos llevan su forma de argumentar a extremos no superados que han alimentado las fases de renova