Sinopsis
Desconcierto generalizado en la villa y corte de Madrid tras conocerse que los calvinistas holandeses se habían apoderado de la floreciente capital del Brasil, Salvador de Bahía. En la Europa dividida de entonces suponía una gran afrenta a la religión, así como una alarmante amenaza para todo el Imperio y para una de las columnas sobre las que se sustentaba: la plata del Cerro Rico de Potosí. El mundo entero esperaba la respuesta del rey de España (y, en ese momento, también de Portugal); que no pudo ser más ambiciosa. En enero de 1625, tan solo unos meses más tarde, zarpaba de Cádiz una impresionante armada hispano-lusa: la más grande que había cruzado hasta entonces la Mar Océana. Comenzaba así el Sitio y empresa en la Bahía de todos Los Santos, comandado por don Fadrique de Toledo, el mejor marino de su época. El arte debía ser testigo de semejante hazaña, para mayor gloria de Dios, de la Monarquía y del propio don Fadrique; pero también como aviso para navegantes –nunca mejor dicho– de todo el orbe, y testimonio histórico para todas las generaciones venideras.