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Los políticos ilustrados decían que intentaban remediar la miseria, pero en realidad estaban manteniendo el sistema que la generaba. Un régimen de injusticia y servilismo que, como indica Tomás Moro en Utopía, se basaba en el argumento de la «pobreza embrutecedora », que deja a los pobres sin «energía para sacudir el yugo». Ese yugo era el orden que exigía represión: mantener siempre la «cuerda tirante», como recomendaba Floridablanca, quien advertía que los pobres «en años de escasez son peligrosísimos».
El pobre se convirtió en el último soporte de nobles y criados, de ricos y siervos, de señoras y criadas, de trabajadores que se ofrecían a domicilio a precios de miseria mientras gremios enteros rozaban la pobreza. La caridad era sospechosa, pero pocos se atrevían a revelar que, en realidad, enmascaraba un formidable mecanismo que mantenía legiones de criados a bajo precio, poco más que lo que costaba un esclavo.
En este libro, Jacques Soubeyroux reúne las visiones de los historiadores españoles de las dos últimas décadas y también la de Michel Foucault, que influye claramente en su visión de la represión de la pobreza, ofreciendo una tesis que refuerza el enmascaramiento de la violencia social por parte del absolutismo, disfrazado de paternalismo ilustrado. Estamos, pues, ante una obra fundamental que cierra un ciclo historiográfico y plantea un nuevo enfoque sobre un tema crucial en la historia social de España, originado como tantos otros en el siglo olvidado.
«Soubeyroux descubrió muy pronto que Madrid fue el destino final de una auténtica inmigración de la miseria convirtiéndose en el mejor observatorio para comprender por qué ser pobre era una manera de mantener estable el sistema». José Luis Gómez Urdáñez