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Al publicar su Obra poética completa (Siruela, 2011), Antonio Colinas nos señalaba en el prólogo que dicho título respondía a entregarle al lector con coherencia los dieciséis libros que había publicado hasta ese momento, pero también a que la obra de un poeta vivo sigue no solo abierta sino que debe responder a un tenso reto: el de su continuidad. Este es el reto que Colinas asume en Canciones para una música silente. En este nuevo y abarcador libro, siendo fiel a los valores consustanciales a su voz de siempre ;emoción, intensidad, pureza formal, musicalidad, sentido universalista, humanismo; ha logrado ir más allá. Por una parte, en poemas de largo respiro, como El soñador de espigas lejanas , pero también en textos como los Siete poemas civiles y, sobre todo, en las secciones que dan título al libro, en las que el término canción remonta el mero sentido de un género literario, para ampliarse en un mensaje todavía más libre, depurado y profundo, en un decir ya en los límites del silencio en los que el sentir y el pensar la existencia se funden de una manera ideal.
Un ahondamiento más en los valores de belleza y verdad, de humanismo, de uno de los poetas más personales e imprescindibles de nuestro tiempo.