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H.G.Wells (1866-1946) fue mucho más que un creador de brillantes especulaciones científicas como “La máquina del tiempo” (1895) o “La guerra de los mundos” (1898) cuyo eco llega hasta nuestros días. Fue también un hombre preocupado por la evolución de la sociedad humana y un gran narrador de fábulas que enfrentan al lector con situaciones y personajes sumidos en profundos dilemas morales.
Este volumen reúne tres de estas fábulas en las que el horror surge cuando el hombre se obstina en quebrantar las leyes de la naturaleza. “La isla del doctor Moreau” (1896) y “El Hombre Invisible” (1897) pertenecen al género de «mad doctors» o «científicos locos» e ilustran a la perfección la idea goyesca de que los sueños de la razón producen monstruos.
En la primera, un náufrago nos cuenta cómo conoció al doctor Moreau, un fisiólogo iluminado que experimenta con animales en un islote perdido. En la segunda, un físico descubre una propiedad óptica que hace invisible al que ingiere cierta sustancia. La tercera, “El jugador de croquet” (1936), es una historia alegórica que narra el aparente enloquecimiento colectivo de los habitantes de una zona pantanosa con un pasado inquietante.
«No sólo es ingenioso lo que refieren estas fantasías de Wells; es también simbólico de procesos que de algún modo son inherentes a todos los destinos humanos. El acosado hombre invisible que tiene que dormir como con los ojos abiertos porque sus párpados no excluyen la luz es nuestra soledad y nuestro terror; el conventículo de monstruos sentados que gangosean en su noche un credo servil es el Vaticano y es Lhasa. Y en “El jugador de croquet”, que describe una región pestilencial de confusos pantanos en la que empiezan a ocurrir cosas abominables, al cabo comprendemos que esa región es todo el planeta», comentó Borges con su habitual lucidez sobre estas tres historias inolvidables.