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Hay tantos soles como sociedades, incluso como individuos; cada uno proyecta en él sus pasiones, dudas, angustias y sueños. Para algunos, el sol es una deidad frágil y efímera; para otros, es la luz que debe guiarnos por el camino de la razón.
Su cálida luz nunca fue condición suficiente para garantizar la prosperidad de los hombres que con rapidez entendieron la necesidad de dominarlo técnicamente para optimizar los efectos del clima en la agricultura, la medicina, la arquitectura, la política o incluso en el pensamiento. Emma Carenini, profesora de Filosofía, nos explica cómo el sol nunca ha sido algo trivial en las civilizaciones y cómo su conquista ha sido perseguida durante siglos por el hombre.
«… que el sol tenga influencia en la manera en que una cultura se constituye y se piensa a sí misma, en sus instituciones, su modo de vida, su pensamiento, sus relaciones sociales y su relación con la naturaleza es algo indiscutible. La luz del sol tiene un lugar importante en el sistema de las causas políticas, morales, naturales y económicas que conforman un orden coherente para explicar las grandes civilizaciones». Emma Carenini