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La figura y obra literaria de Juan Valera, estudiada y analizada abundantemente, ha dejado en segundo plano su trayectoria política y diplomática, que fue en cierta medida el empeño fundamental de su vida. Coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, este libro muestra la personalidad más mundana del escritor egabrense, recorriendo su biografía personal y esa faceta en parte desatendida, con todos sus anhelos, logros y desilusiones. Como el propio autor expuso en Pepita Jiménez, "los hombres solemos ser juguete de las circunstancias", y don Juan lo fue, y mucho, también de las suyas. Hijo de la aristocracia empobrecida, con una amplia cultura y una innegable capacidad crítica, cultivó el hedonismo en todas sus facetas. Por tales necesidades existenciales, que las letras no podían satisfacer, fue empujado tempranamente a la diplomacia, que representó su medio inicial de vida y como él decía (un tanto irónicamente) su profesión. Años después, por azares del contexto, colgó los hábitos diplomáticos y se dedicó a la política, por la que transitó durante décadas buscando lo que en la época llamaban «turrones» (cargos públicos o diplomáticos) con los que pretendía sufragar sus siempre desproporcionados gastos. Fue Valera un liberal conservador de verso suelto, templado, afín a una ideología que fracasaba continuamente entre nosotros. Partiendo de la vasta y deslumbrante correspondencia del autor, sin olvidar sus muchos afectos y continuas relaciones sentimentales, Rafael Jiménez Asensio se adentra en el fascinante itinerario de quien fue, además de consagrado literato y ensayista, un político frustrado y un diplomático intermitente, lúcido intérprete de la España de su siglo.