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La historia ha hecho de Berlín una ciudad condenada a un continuo cambio. Sus transformaciones urbanísticas, producto de la interacción política y social de fuerzas antagónicas, no pueden comprenderse visitando solo la Puerta de Brandemburgo, la Isla de los Museos o los restos del Muro.
Ibon Zubiaur nos presenta los patios traseros o «Hinterhöfe», pensados para aprovechar el espacio y evitar la disgregación en barrios ricos y pobres, pero cuya función fue cambiando por el desaforado crecimiento de la población. Asimismo, la red de canales, fundamento de la ciudad, ha tenido mucho que ver con la conservación de su diseño y su desarrollo ferroviario. Estos elementos encierran historias que exigen detenimiento, capacidad de escucha, y sobre todo un bagaje lo más copioso posible de lecturas.
Quizá, más que cualquier otra ciudad contemporánea, Berlín se ofrece como un revoltijo de trazos superpuestos cuyo lenguaje hemos de aprender a descifrar.