Sinopse
A veces los clásicos se vuelven meros
monumentos, fríos y distantes
tras su fama y prestigio. Nada
más lejos de los Ensayos, que aún
hoy dialogan con el lector que se
adentra en sus páginas. Si en ellos
Montaigne se propuso la audaz
empresa de pintarse a sí mismo,
de conocerse a fondo y darse a
conocer a los demás, de descubrirse,
al hacerlo descubrió al hombre
entero: saliendo en busca de sí
mismo, Montaigne nos encontró
a todos.
Es este un ensayo —en el sentido
más montañesco de la palabra:
una meditación personal, libre y
dispersa— alejado de toda pretensión
académica o formal. Fragmentos
de fácil lectura que nos invitan
a volver a ese país privilegiado
que es Montaigne o, por qué no,
a conocerlo por primera vez.
En Nada hago sin alegría, Pablo
Sol Mora nos brinda una lectura
personal y comprometida del que
tal vez sea el autor más radicalmente
personal de la literatura universal:
una apuesta por la felicidad y
el placer en la compañía de uno
de los mayores conocedores del
alma humana.